¿Te has enojado con alguna persona y después te has podido reconciliar? Una vez alguien dijo que lo mejor de los disgustos son las reconciliaciones. Aunque a veces es una gran verdad, el discutir solo para poderse reconciliar no es una buena práctica. Sin embargo, lo hermoso de las reconciliaciones es la paz que se experimenta después entre las personas que se han reconciliado.
La reconciliación es una práctica fundamental para la sobrevivencia de cualquier relación. Nada se gana con vivir disgustados, enojados o amargados. Lo que sí se gana es un desgaste físico, emocional y hasta espiritual. Cuando no nos hemos podido reconciliar con alguien cercano a nosotros o con el cual vivimos, se suele experimentar un ambiente hostil, la pérdida de la paz emocional y el quiebre de otras relaciones alrededor nuestro. Entonces, ¿vale la pena el no practicar la reconciliación? De ninguna manera. El perder la paz por la falta de perdón afecta todas las áreas de nuestra vida.
Dios buscó la manera de reconciliar al mundo con Él. El sacrificio de Jesús fue el puente que pudo unir el gran abismo de separación entre la humanidad y la santidad de Dios. Ahora tenemos libre acceso a través de Jesús. Quizá te cueste reconciliarte con otros porque no te has reconciliado con Dios, ¿deseas hacerlo? La Biblia dice en Romanos 5:10, “10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (RV1960).