“De comedor en comedor”. Esta frase encapsula en parte la experiencia que recientemente viví al ir en un viaje misionero en la selva del estado de Chiapas en México. Al sentarnos a la mesa compartimos de nuestras vidas, culturas, experiencias, testimonios y también unos platillos muy exquisitos, pero sobre todo de la compañía y del sonido de la naturaleza alrededor de la mesa.
¿Cuántas palabras, expresiones y lecciones compartimos en la mesa durante el transcurso de nuestras vidas? Creo que sin lugar a dudas, la mesa nos une, nos conecta y además, nos alimenta. De la misma manera, ¿qué ponemos en nuestra mesa espiritual? ¿quiénes nos rodean? ¿qué estamos aprendiendo? ¿cuál es nuestra dieta? Es más ¿nos estamos nutriendo?
He aquí unos principios. Primero, pon siempre sobre tu mesa la Palabra de Dios. Segundo, rodéate de personas que vengan a comer contigo en el comedor de la fe. Tercero, apártate de las malas dietas que te pueden desnutrir espiritualmente. Estas pueden ser un conjunto de malos conceptos o ideales y las malas compañías. Por último, no dejes de venir a la mesa de tu Padre celestial. Él siempre la prepara para ti. Entonces ¿deseas venir a su mesa?
La Biblia dice en el Salmo 23:5 “Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones” (NTV).