El orgullo puede ser bueno en su justa medida. Por ejemplo, un atleta puede estar orgulloso de su mejor desempeño en la competencia gane o no. Ese tipo de seguridad y confianza en si mismo es saludable. Pero, mucho orgullo puede conducirnos a ser arrogantes y centrados en nosotros mismos. Hemos escuchado el dicho que dice, “el orgullo precede a la caída” lo cual es muy verídico.
Pero, ¿cómo encontrar un balance? La Biblia ofrece una perspectiva interesante sobre el tema. Dice que Dios “da gracia a los humildes”. Ese es el tipo de gracia divina que provee fuerzas y mucha ayuda. Entonces, al humillarnos a nosotros mismos, Dios nos ayuda para que hagamos lo mejor de nuestras vidas y nos sintamos bien con quienes somos.
Dar lo mejor de nosotros en humildad y servicio al Señor como una ofrenda resulta en una gran recompensa. La Biblia dice, “ Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente. 24 Recuerden que el Señor los recompensará con una herencia y que el Amo a quien sirven es Cristo”, (Colosenses 3:23-24, NTV).
— Dr. Rolando D. Aguirre