“Lo que dejas inconcluso en tu pasado, se vuelve la pesadilla de tu presente”. El no cerrar ciclos parece ser una tendencia humana. No queremos dejar el pasado atrás, ni mucho menos a las personas, las situaciones o condiciones que lo pudieron haber hecho hermoso o desafiante. Muchas veces se vive en una realidad distorsionada del ayer, inhibiendo lo maravilloso del presente y lo esperanzado que pueda ser el futuro. Tan importante es saber lo que queremos como lo que ya no, porque sabiendo cerrar ciclos, uno toma decisiones conforme a la etapa que se vive y sobre los objetivos que se persiguen.
Debemos recordar que atrás de todo gran logro hay muchas horas de trabajo, esfuerzo, incomprensión, altos y bajos, pequeños logros, grandes fracasos, personas que nos motivan y otras que no. El común denominador es la constancia, la paciencia y la esperanza cuando la cosecha tarda en producir lo sembrado. Así que, por más que no quieras, ya el tiempo pasó, se cerró y se vivió, de modo que, hay que cerrar ciclos.
Por lo tanto, irse de algunos lugares, también es cuidarse. Alejarse de algunas personas, también es protegerse. Cerrar algunas puertas, también es quererse. En conclusión, cierra círculos y permite la ayuda de Dios en este proceso. La Biblia dice en 2 Corintios 4:17, “Pues nuestras dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es de mucho más peso que las dificultades!” (NTV).