Escuché la siguiente frase en la sala de espera de un hospital, mientras un señor de edad aconsejaba a quien parecía ser su nieto. Le decía: “Siempre que dudes de lo lejos que puedes llegar, solo recuerda lo lejos que has llegado. Recuerda todo lo que has enfrentado, todas las batallas que has ganado y todos los temores que has superado”. Me encantaron esas palabras de las cuales tomé nota rápidamente.
Qué tan necesario es animarnos unos a otros porque la felicidad no es la ausencia de problemas, sino la habilidad de tratar con ellos y una de las mejores armas para hacerlo es a través del ánimo. El ánimo es como el sol que sale después de una larga tormenta. Quizá ya sepas que va a salir o lo que la persona te va a decir, pero necesitas escucharlo. El animar es mantener los ojos fijos hacia delante, reconociendo lo que puedes hacer y nunca mirando hacia atrás en lo que no puedes cambiar.
Dios es el primero que nos anima a seguir adelante. Él nos dice que estará siempre con nosotros, que nos ayudará a pelear nuestras batallas, que Él ya venció la muerte y que no tengamos temor de proseguir. De modo que anímate y anima a alguien más. Será de bendición para tu vida y para los demás. La Biblia dice en 1 de Tesalonicenses 5:11, “Por lo cual, animaos unos a otros y edificaos unos a otros, así como lo estáis haciendo” (RV1995).