“90, 60, 90” eran las medidas que yo escuchaba de pequeño y debían tener las reinas para ganar sus certámenes de belleza. Algunas niñas desde muy pequeñas se proponen ser reinas. Para esto, participan en pasarelas desde muy temprana edad, se someten a dietas rigurosas, se aplican a fuertes disciplinas de ejercicios diariamente, y otras se dan una que otra ayudadita con las cirugías estéticas. Es tanta la obsesión con la belleza, que muchas de ellas desarrollan problemas de anorexia para estar tan delgadas ya que la sociedad eleva a las delgadas como una expresión de belleza.
Pero, ¿qué es lo bello para Dios? ¿Cuál es la verdadera belleza que aprecia Dios? Te aseguro que Él no mira cuerpos esbeltos, ni caras angelicales. Él mira el corazón. Un día, un profeta fue a escoger un rey entre muchos hermanos. Primero, le mostraron los más apuestos, corpulentos y carismáticos. Sin embargo, Dios le dijo a Samuel que “Él no miraba lo que miraba el hombre, sino que miraba el corazón”. Así fue escogido el rey David, un humilde pastor de ovejas.
¡Qué palabras tan alentadoras es saber que la belleza exterior del ser humano no impresiona a Dios sino lo que está adentro del corazón¡ Así que, ¿cómo estás cuidando tu belleza interior? La Biblia dice, “El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón”, (1 Samuel 16:7b, NTV)