“Las palabras se las lleva el viento” dice un dicho. Pero la verdad es que hay palabras que siempre quedan grabadas en lo más profundo del corazón. Hay palabras que son como miel y endulzan nuestra vida, y hay otras que son tan amargas que nos hacen sentir, recordar y vivir atados sin poder ser libres.
Las palabras son ideas mentales expresadas y compartidas con los demás. Ellas expresan nuestra filosofía de vida y enuncian lo que verdaderamente está dentro de nuestros corazones. No se habla solo porque sí. Se habla porque hay algo que nos hace pronunciar dichas palabras. De hecho, la Palabra de Dios dice que, “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34b).
Entonces, ¿cómo hablas? ¿qué compartes con otros? ¿cómo te defines y defines a los demás con tus palabras? Es más, ¿son tus palabras edificantes o cortantes? Nuestras palabras atan y desatan, bendicen o maldicen, animan o deprimen, libertan o esclavizan y edifican o destruyen. Entonces, ¿cómo puedes hablar mejor para vivir mejor? Te aseguro que cuando comiences a hablar de manera diferente, vivirás mucho mejor. La Biblia dice, “No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan”, (Efesios 4:29, NTV).