“Retroceder nunca, rendirse jamás” fue una película que salió cuando yo era niño la cuál quedó grabada en mi mente por el mensaje de su título. Aunque es una película de acción y karate, no recuerdo mucho de su contenido. Lo que si recuerdo es que su protagonista, después de todas las palizas que recibía, se levantaba aún a pelear. ¿No deberíamos tener nosotros la misma actitud después de recibir las palizas inesperadas que nos da la vida? Debemos cultivar ese espíritu de lucha perseverante que nos permita pararnos una y otra vez ante las circunstancias difíciles y percances que experimentamos diariamente.
Las palizas pueden ser palabras, abusos, decepciones, pérdidas, enfermedades, rupturas familiares, depresión y muchas cosas más a las que nos enfrentaremos alguna vez en el transcurso de nuestra vida. Sin embargo, lo peor que podemos hacer cuando estamos caídos, es quedarnos en el piso. Lastimosamente hay personas que les gusta quedarse abajo y no pueden levantarse para seguir peleando. Déjame decirte que Jesús experimentó palizas literales que lo tumbaron pero se levantó una y otra vez en camino hacia la cruz. Él tenía Su propósito y lo cumplió. Así que, en la vida cristiana, también podemos adoptar esa frase, “retroceder nunca, rendirse jamás” porque Cristo está de nuestro lado. La Biblia dice, “El nombre del Señor es una fortaleza firme; los justos corren a él y quedan a salvo”, (Proverbios 18:10, NTV).