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“La fama” es algo que muchos buscan y pocos tienen. He tenido la oportunidad de conocer algunos actores, escritores, deportistas y políticos famosos en el transcurso de los últimos años. La televisión y las redes sociales proyectan a las personas de una manera muy superficial e ideal. Sin embargo, al conocer algunas de estas personas famosas en la sociedad, te das cuenta que algunos que parecen ser humildes no lo son, y otros, que parecen ser engreídos son humildes. Algunos que se expresan bien en frente de los medios son tímidos y los que parecen ser tímidos muchas veces no lo son.

¿A qué se debe esta aparente paradoja? La fama sólo reconoce algunas cualidades de una persona y sus actos, pero no puede mostrar todo el ser. La fama crea opiniones y conceptos de la gente que muchas veces son erróneos. Son como la pintura o la fachada por fuera de una casa, pero no lo que se ve y vive adentro. La fama puede lograrse por características loables o por acciones penosas pero todas van conectadas con el proceder y con el ser.

Entonces, ¿cómo quieres que te conozcan las demás personas? ¿Cuáles son las cualidades que otros ven en ti? Qué nuestra fama sea hacer famoso a aquel que nos creó y mostrar a quien dio Su vida por nosotros, a Cristo Jesús. La Biblia dice, “por tanto, no desmayamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”, (Mateo 4:24, NIV).