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Estoy seguro que has escuchado el dicho popular que dice: “De tal palo, tal astilla”. Este dicho nos comunica un parecido muy grande entre una persona y otra. Es decir, puede ser el físico, los modos, las expresiones, los gestos, los arranques, etc., de un padre o madre con un hijo(a) o de un ser querido con otro cercano. En algunos casos se usa esta expresión aún en personas que no tienen relación sanguínea, pero quienes han compartido mucho de sus vidas y por ende, desarrollan hábitos muy parecidos o hasta gestos y expresiones muy similares.

¿A quién te pareces tú? ¿Eres parecido a un familiar cercano, a un amigo o hasta a un mentor? La verdad es que todos nos parecemos a alguien bien sea por nuestra complexión genética o por convivir con dichas personas por algún tiempo. Dicho parecido es natural y esperado, pero ¿qué decir del parecido que escogemos tener? ¿A quién deseas parecerte?

Personalmente como seguidores de Jesús, debemos optar cada día como lo dijo el apóstol Pablo de parecernos más a Él. Para hacer esto, es necesario crucificar nuestro ego para poder servir a los demás. Y tú, ¿a quién deseas parecerte? El apóstol Pablo lo expresó muy bien al decir en 1 Corintios 11:1, “ Y ustedes deberían imitarme a mí, así como yo imito a Cristo” (NTV)