“Me dejaron botado” fue el sentimiento que experimenté al salir de un evento de matemáticas donde habíamos ido a representar a nuestro colegio en unas competencias. Me distraje leyendo como de costumbre en una de las salas donde nos habían llevado junto con otros estudiantes. Estaban tan interesantes las exposiciones que pensé y mis compañeros estaban alrededor cuando la verdad es que hace rato que los había perdido de vista. Al voltear y no ver a mis compañeros, emprendí la búsqueda. Después de algunos minutos y de mirar en las diferentes salas llegué a la conclusión de que me “habían dejado botado”. En otras palabras, se habían ido y olvidado que estaba con ellos.
¿Cuántas veces te han dejado botado o embarcado en una situación en la que ahora te encuentras solo(a)? ¿Cuántas veces piensas que estás siendo acompañado(a) y de repente te das cuenta que ya no lo estás? Ese es un sentimiento común que nos suele pasar a todos repetidas veces en nuestra vida. Al mismo Señor Jesús lo dejaron botado sus mismos amigos y discípulos quienes decían y darían hasta su vida por Él.
De la misma manera, hay personas, oportunidades y situaciones que parecen dejarnos botados. Pero Dios nunca nos dejará botados. Su presencia es real y evidente. Es una promesa de parte de Él. La Biblia dice en Mateo 28:20b, “…Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el final de los tiempos”, (NTV).