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Una vez leí esta frase y me llamó la atención: “pasarnos la vida acumulando ira y enojo en nuestro corazón es como soplar un globo de aire sin parar y esperar que nunca se reviente”. Aunque parece una ilustración muy simple, nos suele pasar comúnmente. Constantemente acumulamos enojo en nuestro corazón pensando que no explotará. Pero de repente nos damos cuenta que provocamos toda una explosión.

El corazón en la cultura hebrea y bíblica encapsula también nuestra mente y pensamientos. Es allí, en lo más profundo del corazón donde albergamos lo más hermoso y traumático de nuestro proceder. A veces lo inflamos con pensamientos y sentimientos innecesarios, en otras ocasiones, no nos damos cuenta de lo que hemos albergado ahí hasta que estalla como un gran globo produciendo un ruido estruendoso y daños a nuestro alrededor.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Primero, no albergar sentimientos ni raíces innecesarias. Segundo, desechar lo malo periódicamente. Tercero, evaluar las intenciones del corazón constantemente. Cuarto, alimentarlo con buenos pensamientos y conceptos. Por último, pedirle a Dios que lo sane antes de que explote exageradamente. La Biblia dice en Hebreos 12:15, “Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos”, (NTV).