La Biblia no es un accesorio devocional; es autoridad amorosa sobre tu vida. Someterte a la Palabra implica creerla, entenderla y obedecerla. Lee con oración, estudia con herramientas confiables y practica con humildad. La Escritura no solo informa; transforma. Cuando tu criterio choque con el texto, elige al Rey. Memoriza versos clave, medita en ellos durante el día y compártelos en familia.
Deja que la Palabra interprete tus emociones y trace tus decisiones. La iglesia crece sana donde la Escritura gobierna con gracia. Además, el hambre por la Palabra se alimenta leyéndola, no esperándola. Recuerda: “Cristo camina contigo en cada estación de la vida”. Recibe la paz de Cristo como guardiana de tu corazón. La Biblia dice en 2 Timoteo 3:16–17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. (RV1960).