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Cuenta la historia que en el siglo II de nuestra era llevaron a un cristiano ante un rey. El monarca quería que este hombre renunciara a su fe en Cristo Jesús y abandonara el cristianismo. El rey lo amenazó diciendo: “si no abandonas tu fe, te voy a desterrar”. El hombre le contestó con una sonrisa: su majestad no puede desterrarme pues el reino de Dios no es de este mundo. Entonces haré que le confisquen todos sus bienes, dijo el rey un poco enojado. El hombre respondió: mis tesoros están en el cielo y usted no podrá tocarlos. El rey se enojó aún más y dijo: lo único que me queda es ordenar que te maten. El hombre respondió: hace cuarenta años que estoy muerto. Morí con Cristo y mi vida está escondida en Él y usted no podrá tocarla, terminó diciéndole. El rey ya no quiso seguir lidiando con este hombre y su obstinada fe dejándolo ir. Qué historia tan interesante, ¿verdad?

En los anales de la historia, podemos encontrar testimonios de personas que han mantenido su fe firme en Jesús y no han renunciado a ella aún a costa de su propia vida. Y tú, ¿estás dispuesto a mantener tu fe? Ser cristiano significa que eres seguidor de Cristo. No es una religión sino una relación. Es seguir Sus enseñanzas y caminos no solo con tus palabras sino con tu forma de ser, tu estilo de vida y el trato a los demás. La Biblia dice en el Salmo 119:2, “Felices son los que obedecen sus leyes y lo buscan con todo el corazón”, (NTV).