A mi hijo le fascina ir a los lugares donde brinca en los trampolines sin parar de un lado a otro. Él es sumamente contento al saltar, saltar y saltar. En ocasiones lo acompañamos como familia, pero la verdad, nos cansamos mucho más rápido que él. Un día de estos me puse a observar a todos los niños que saltaban en ese lugar. Sus caras expresaban alegría, confianza al realizar ciertas maromas, gozo al reírse de sus caídas y me admiré de las destrezas de muchos de ellos. Sin embargo, todos tenían algo en común: “Saltaban con confianza y disfrutando cada salto como si fuese el último”. Así es la vida. Saltamos y saltamos, sin embargo, la diferencia es que muchas veces no la disfrutamos.
Debemos “saltar como los niños”. Debemos disfrutar de cada momento, aprender de cada desacierto, levantarnos de cada caída, reírnos de los obstáculos y confiar en cada salto. Debemos arriesgarnos en ciertos saltos y aunque caigamos mal, debemos levantarnos. Recordemos que hay una comunidad alrededor nuestro. Alguien que nos puede extender la mano y ayudarnos cuando hemos caído. Es más, debemos recordar que Dios está presente en cada salto, que a veces salta con nosotros y a veces nos previene de hacer ciertos saltos.
Entonces, salta y disfruta como un niño. Te aseguro que tu vida cobrará más felicidad y tendrá más significado. La Biblia dice en Proverbios 24:16a, “Los justos podrán tropezar siete veces, pero volverán a levantarse” (NTV).