La característica más común que he observado en la gente exitosa es la siguiente: Ellos han conquistado la tentación de darse por vencidos. El sentimiento o ganas de darnos por vencidos nos suele agobiar a todos en alguna instancia de nuestra vida. Usualmente llega cuando las cosas no se dan como las habíamos planeado, cuando las fuerzas o recursos se nos han agotado, cuando tenemos una crisis emocional o existencial, cuando estamos enfermos y nuestra condición empeora o cuando nuestra vida espiritual está siendo puesta a prueba.
El querer darse por vencido se presenta sorpresivamente. Una mala decisión o relación también pueden ser los causantes de este sentimiento. Pero, ¿qué podemos hacer para desistir de dicho sentimiento? En primer lugar, admitir que el querer darse por vencido es inherente al ser humano. No ha habido ni habrá alguien, con excepción de Jesús, que no haya querido darse por vencido. En segundo término, entender que este sentimiento puede ser bueno, ya que nos puede llevar a la reflexión, evaluación y valoración de los esfuerzos que estemos realizando. Por último, al conquistar este sentimiento, usualmente salimos más fortalecidos, llenos de ricas lecciones y expectantes del futuro que enfrentaremos. De modo que, ¡No te des por vencido!
La Biblia dice en 1 Juan 5:4, “Pues todo hijo de Dios vence a este mundo de maldad, y logramos esa victoria por medio de nuestra fe” (NTV).