Dios nos llama a vivir una vida por convicciones y no por emociones. Eso fue lo que hizo Nehemías al emprender la tarea de la reconstrucción en Jerusalén. Lo hizo al examinarlo todo, al compartir la visión y al invitar a otros por convicción. Nuestras convicciones dictan mucho de nuestro proceder. Al aplicar las convicciones firmes en nuestro diario vivir, podemos experimentar el respaldo y las bendiciones de Dios de una manera real.