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En el principio, dentro de la relación de Dios con el hombre no existía la soledad, el rechazo, el abandono…había una comunión constante y permanente que se extendería por toda la eternidad, ya que Adán y Eva fueron diseñados para no morir. Sin embargo, después de "la caída", perdieron esta condición y Dios Padre en su inmensa misericordia no dejó de amarlos a pesar de su desobediencia; antes bien, ideó la estrategia para restablecer esta relación a través de su hijo Jesús. Sólo cuando aceptamos a Cristo como Señor y Salvador, nos arrepentimos de nuestros pecados y entregamos el control de cada asunto a Dios, entonces podemos comenzar a disfrutar la Vida Eterna una vez aceptamos el regalo de la Salvación que la recibimos por gracia, como un regalo inmerecido que nunca perderemos, sino que honraremos por medio de obras agradables ante Dios.