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El catálogo de la etiqueta norteamericana RCA Víctor de mediados de los años 40 nos recuerda el debut discográfico de Beny Moré como vocalista del Conjunto Matamoros.

Agrupación que en 1945, bajo la batuta del genio santiaguero, en pleno auge la era de la radio independiente, se presentaba en emisoras como RHC Cadena Azul, la CMK de la desaparecida Manzana de Gómez y CMQ.

Un juvenil y descollante Beny Moré, con las voces prima y segunda de Miguel y Siro Rodríguez, nos legó estas grabaciones históricas donde es un verdadero gusto escucharle en piezas como el danzón "Penicilina" de Abelardito Valdés y el son de Gelasio Delis: "La Cazuelita". "Buenos hermanos", es un son con la reconocible impronta de Matamoros.

Con las míticas descargas en miniatura, producidas por el sello Panart en la mismísima frontera de los años 50 a los 60, lideradas por el contrabajista Cachao López y secundado por valiosos músicos como el Niño Rivera en el tres, Guillermo Barreto en las pailas, Tata Güines en las tumbadoras, Alejandro "el Negro" Vivar en trompeta, Richard Egües en flauta, Rogelio Iglesias "Yeyito" en los bongoes, Gustavo Tamayo en güiro, y las voces de Alfredo León, Laíto Sureda, Rolito Rodríguez y Orlando Reyes, indistintamente, recordamos parte de la banda sonora que fue asentando la categoría del jazz cubano en el ámbito discografico por esos años.

La llamada "descarga", término manejado por músicos y noctámbulos, iba tomando otra dimensión en los catálogos discograficos de etiquetas como Panart, Puchito, Gema y Tropicana.

A este último sello y a los esfuerzos del productor Adolfo Seeman corresponde el mérito de haber registrado las primeras grabaciones del Quinteto de Música Moderna con Frank Emilio al piano. Sesiones de estudio donde los temas finalmente se liberaban del standard de tres minutos de duración, con un espíritu más cercano a la esencia del jazz.

Rebautizado luego como "Los Amigos" la primera versión del quinteto reunió, en torno a Frank Emilio, los talentos de Papito Hernández en contrabajo, Tata Güines en las tumbadoras, Guillermo Barreto en drums, Gustavo Tamayo en güiro.

Y siguiendo el rastro de las pioneras ediciones discográficas vinculadas al jazz, siempre regresamos al álbum "Sabor cubano ", producido por el sello norteamericano "Columbia".

Año 1958 y en el "Casino Parisien" del Hotel Nacional la banda del percusionista Walfredito de los Reyes cubría una exitosa temporada con la complicidad de Yoyo Casteleiro en el piano; Carlos Arado en trompeta; Emiliano Gil, Enrique Palau y Pedro Guida en saxos; Luis Rodríguez en contrabajo y las voces de Kiko Rodríguez y Martha Rams.

Fiel a Pogolotti y a sus tambores el pasado 19 de octubre, a los 85 años, se despidió el gran Oscar Valdés. La voz que identificó con marcado sentimiento y sabor interpretativos la sonoridad de "Irakere", una de las bandas fundamentales en la evolución de la música popular cubana y particularmente del jazz, durante su etapa de mayor esplendor.

Su entrega, fidelidad y respeto a la música como percusionista, categoría donde también sobresalió, estuvo siempre a la altura del recio árbol artístico de los Valdés que, desde las primeras décadas del siglo XX, distinguieron su padre Oscar, también percusionista, y sus tíos Alfredito, legendario sonero, Vicentico, bien reconocido por su original estilo como bolerista, y Marcelino quien también sostuvo la doble faceta de percusionista y cantante.

Aunque en su juventud formó parte de numerosos proyectos, en un momento en que la independencia del sector musical lo permitía, un hito importante en su carrera fue su inserción en la Orquesta de Música Moderna en 1967, embrión fundamental de lo que será en la década siguiente: "Irakere".

Con la fundación de "Diákara" en el año 2000, el veterano Oscar Valdés reafirmó la solidez de un legado al que habrá que regresar -una y otra vez- para entender a profundidad el cauce evolutivo de la música popular cubana.