Con la orquesta "Melodías del 40" retomamos el pulso del "cha cha chá" en los atriles de las agrupaciones más destacadas de la segunda mitad de los años 50.
A la "Melodías" de 1956 le ponían sabor y sentimiento dos grandes cantantes: René Álvarez y José Herrera. "Me voy pa Morón", un montuno original de este último, fue uno de los grandes exitos discográficos de la orquesta. Grabación donde sobresale por su virtuosismo: Miguel Barbón, conocido en el ambiente musical como "Brindis", en referencia al insigne violinista.
La intensa bohemia de los últimos años 50, vinculada a la cultura semi subterránea de los clubes, nos trajo a La Lupe. Su temperamento explosivo le aseguró un sitio importante en la vorágine musical de los primeros años 60.
Recordamos los inicios de su carrera escuchando al trío "Tropicuba", una intrascendente formación que completó la juvenil cantante junto a Yoyo y Tina, entre 1958 y principios de 1959.
El desengaño amoroso que sufrió La Lupe con Yoyo cerró ese ciclo de su carrera para ponerle por delante otro camino. Como reza el viejo refrán: "no hay mal que por bien no venga" y, contra todo pronóstico, en pocos meses se convirtió en la revelación del club "La Red" del Vedado, acompañada por Homero Balboa al piano y Lacho Rivero en las percusiones.
De ahí el salto a los discos gracias a la etiqueta RCA Víctor que al tiro le propició los arreglos y acompañamientos de los combos de Eddy Gaytán y Felipe Dulzaides.
Etapa de profundos cambios en lo estético y formal en un país a punto de asumir cambios drásticos en lo social, económico y político.
La Lupe entretanto fue parte indisoluble de aquel mundo de humo y neón que, aún teniendo sus días contados, seguía latiendo a lo largo y ancho de la isla a través de cientos de miles de clubes y cabarets. Antros que en su diversidad fueron únicos impulsando figuras determinantes, y diferentes entre sí, como Freddy, Doris de la Torre, o la Lupe.
Inevitable en la banda sonora de aquel nuevo proyecto social que prometía cambiarlo todo. Un idilio transitorio al que le puso punto final el férreo control que comenzó a extenderse en todos los ámbitos de la sociedad hasta chocar frontalmente con el espíritu libre de la cantante.
El exilio fue la única salida para una artista tan impredecible como la mismísima "Revolución".
Recién llegada a los Estados Unidos su vínculo con los percusionistas Mongo Santamaría y Tito Puente fue decisivo para conquistar el aplauso de la colonia latina asentada en Nueva York, la ciudad de sus triunfos definitivos donde no paró hasta convertirse en "The Queen of Latín Soul".
La señal de la radio independiente nos devuelve al gran Emilio Ramil. Conocido como "el Gardel Cubano" comenzó a hacerse notar a finales de los años 40.
Por esa época la radio sostenía sus programaciones musicales con presentaciones "en vivo y en directo". El tango había conquistado el gusto popular de los años 30, principalmente con los filmes y discos del inmenso Gardel (acompañado por Razzano y otros guitarristas como Barbieri y Aguilar). Figuras como Agustín Magaldi, el dúo Gómez-Vila, o el trío "Irusta, Fugazot y De Mare", entre otros, también marcaron entonces los repertorios de cantantes e instrumentistas cubanos que sobresaldrían en la década siguiente.
Recordamos hoy a Emilio Ramil, voz y memoria del Tango en Cuba.
En la despedida algo de la vida y obra del prolífico compositor Jesús Guerra Zayas. En plena década del 40 su carpeta autoral cubrió, con especial énfasis, guarachas y montunos que, durante la llamada era de los conjuntos soneros, alcanzaron muchísima aceptación.
"A mí qué", "Yo soy tiburón", "Bigote de Gato", "Esa si es cheque", "Dónde va María", "Ahí viene el tren" y "Un meneíto na má" son algunos de los títulos que nos permitirán resaltar su aporte a la difusión de la música popular cubana.