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En su voz icónica orbita la esencia de una nación entera. Una obra monumental —donde todos los matices del alma humana están presentes— le acompañó durante poco más de 65 años de trayectoria artística. 

Aunque hace mucho tiempo las canciones de amor de Pablo Milanés son parte indisoluble del parnaso romántico contemporáneo, su muerte pone —inevitablemente— punto final a toda una era, y quizás a la etapa de mayor peso de la llamada "nueva trova" que protagonizó junto a Silvio Rodríguez.
 
Cantor mayor, letrista y musicador de igual magnitud, nos ha legado un extenso y rico cancionero que, al reflejar tan fielmente la honda problemática cubana de los últimos cuatro cuartos de siglo de historia, tras su partida ha dejado encendidas disímiles pasiones marcadas por el desencuentro, el amor y el odio entre hermanos. 

Pablo, como Celia Cruz, tocó el corazón de los suyos. Desde el sentimiento, la emoción, ambos desarrollaron carreras extensas, manteniéndose hasta el final de sus vidas en activo, cargando con la tristeza infinita de morir lejos de su tierra. 

Más allá de tintes ideológicos, verdaderos dioses de la cultura del mundo, serán largamente recordados, y, cada vez que se les escuche en cualquier latitud del planeta, serán inevitablemente un pedazo entrañable de Cuba. 

Vinculado en plena adolescencia creativa a la ola del feeling, su gran sensibilidad le permitió transitar también, de manera natural, por los caminos del son, desde su natal Bayamo.

Estas conexiones alimentaron una obra donde relucen todos los géneros de la música popular cubana,  impulsando además una honrosa labor como rescatador de memorias a través de la cual Pablo le ofreció un nuevo aire a muchas leyendas. 

Mucho antes de que el fenómeno del "Buenavista Social Club" sacara del ostracismo a muchos músicos olvidados, Pablo había compartido sesiones de grabación con veteranos como Compay Segundo, Luis Peña (el Albino), Octavio "Cotán" Sánchez (padre), Miguelito Cuní, el Niño Rivera y Félix Chappotin, entre muchos  otros.

Intérprete absoluto, lo más notable del cancionero iberoamericano, especialmente la bolerística, se hizo habitual en su repertorio. 
En el apartado de la musicalización los versos del poeta José Martí adquirieron otra dimensión.

En el corazón del trovador, ancho como una avenida, desde la más humana imperfección, habitó el perdón; de ahí su vocación universal al cantarle al amor, a los sueños y desencantos de su generación con una verdad tan grande que, de la misma manera, alcanzó a las que le sucedieron.

Reacio a los dogmas, asumiendo con humildad, y no poco dolor, las contradicciones de la naturaleza humana, Pablo, en su momento, tuvo el valor de señalar la esencia dictatorial del régimen cubano, asumiendo las consecuencias. 

Por esta razón fue histórico su último concierto del 21 de junio en la Ciudad Deportiva. Con los hashtags #PabloEsCuba y #EternamentePablo el público cubano, dentro y fuera de la Isla, acompañó los últimos días del poeta y cantor, deseando que venciera nuevamente a la enfermedad. 

El gran Pablo Milanés falleció en Madrid, la madrugada del 22 de noviembre del 2022, a los 79 años. El silencio difícilmente podrá echar raíces en su canción. Durante siglos seguirá latiendo con su tremenda carga de cubanía y humanidad, profundamente nostálgico y sentimental. Evocación noble de una isla bendecida por los dones de la música, el mar Caribe y la más hermosa de las voces. 

En su amplia discografía sobresale este exquisito álbum a piano y voz junto al maestro Chucho Valdés. Un resumen de vida donde la música del pianista y las letras de Pablo se integraron a la perfección. En la voz de ceiba frondosa de Pablo Milanés, encontraremos siempre el pedazo de tierra más alegre, soñador y triste del planeta.