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Durante largos años la acompañó la admiración del público cubano amante del bolero, siendo además parte importante de ese otro mundo de evocación nostálgica donde, a pesar de todo, sobrevivía aquel luminoso tiempo de alegría, música y neón que alguna vez fue La Habana de los años 50s y primeros 60s.

Físicamente se despide Gina León, pero, como suele suceder con estos monstruos de la interpretación, cada día estará más viva en el recuerdo de los que pudieron disfrutar su arte, y los que aún están por descubrir y degustar aquellas canciones y boleros que cantó con un estilo muy personal, permitiéndole triunfar y luego asumir el difícil reto de mantenerse en un ambiente nada favorable, denostado hasta la saciedad por el extremismo de la nueva "era revolucionaria" que, poco a poco, consiguió aniquilar aquel entramado infinito de clubes y cabarets a lo largo y ancho de la Isla.

Gina fue una sobreviviente. Permanecer en Cuba buena parte de su carrera fue una elección que la obligó a sumar a su elegancia natural un tremendo coraje.

Recordamos algunos de sus primeros grandes éxitos registrados por la etiqueta Gema, gracias a la visión artística-musical de los hermanos Álvarez Guedes. En la memoria: Gina León, una de las grandes voces del bolero cubano.

La natural evolución armónica, melódica e instrumental de los diferentes formatos soneros que surgieron a principios del siglo XX, parió en plena década de los 40 la llamada "era de los conjuntos soneros".

Ese importante movimiento nos permite recordar a una de sus voces esenciales.
Celio González, con su sabroso desenfado y un estilo bien original logró insertarse ya a comienzos de los 50, en aquella vorágine luminosa animada por los jazz bands, las charangas y los conjuntos que entre bailables públicos, presentaciones radiales y televisivas, no daban tregua.

Los "Jóvenes del Cayo", el Conjunto "Casino", el conjunto de Luís Santí y, a partir de 1954, el conjunto "Sonora Matancera", reforzaron la presencia del talentoso cantante villareño en los escenarios.

Hoy recordamos a Celio González con algunos de aquellos trabajos discográficos que le aseguraron un sitio importante entre las grandes voces de la música popular cubana.

El primer esfuerzo independiente discografico cubano, fundado en 1944, fue Panart.

Gracias a sus originales estudios, ubicados en la habanera calle San Miguel No. 410 y, por supuesto, al empeño de su creador Ramón Sabat, podemos acercarnos hoy al bellísimo repertorio trovadoresco que, a comienzos de los años 30, ofrecían a la bohemia habanera: Graciano Gómez, Isaac Oviedo, y Barbarito Diez, en los predios del café "Vista alegre".

Colaboró más de una vez con los trovadores el periodista y poeta Gustavo Sánchez Galarraga.

Alquimista mayor y padre indiscutible de lo que conocemos hoy como Latin Jazz, Mario Bauzá, intentando preservar la esencia de su creación, defendió hasta el final de sus días el nombre original de su criatura: Jazz Afrocubano.

Con sus arreglos para la banda de su cuñado Machito, equilibró de manera precisa, la simplificación armónica y melódica y el desenfado del jazz norteamericano con la sincopa de la música popular cubana, relajando de alguna manera el exigente molde de la clave.

El Jazz Afrocubano de Bauzá fundió para siempre los espíritus musicales de Cuba y New Orleans.