El largoplacismo es la idea de que tener una influencia positiva en el futuro lejano es una prioridad moral clave de nuestro tiempo. Hay dos razones que justifican esta postura: las personas del futuro importan moralmente y su número será enorme, quizá millones de veces el número actual. Ahora bien, si queremos ejercer dicha influencia, el primer paso es reducir el riesgo de extinción humana. Una de las mayores amenazas son las pandemias. Para protegernos contra ellas, hay muchas cosas podemos hacer ahora, por ejemplo, trabajar en la preparación frente a las pandemias. El siguiente paso es garantizar que la civilización futura prospere. El desarrollo de la inteligencia artificial podría ser un obstáculo si no se toman precauciones. De modo que trabajar para que los sistemas sean seguros es otra forma de contribuir con el futuro. Todos estos esfuerzos no implican desatender los intereses de quienes existen en la actualidad, ya que las acciones enfocadas en el futuro lejano —como prevenir pandemias, o desarrollar energías limpias— también suelen ofrecer beneficios en el presente.