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Le gustaba que le dieran órdenes, tener una chamba clara y recibir su cheque cada quincena. Pero un bote de crema de avellana casera y la validación de las mamás amigas lo cambiaron todo.
De la licuadora a tope y el trapeador oliendo a cacahuate nació una marca única que hoy está en miles de puntos de venta.
Nació sin capital externo ni campañas de marketing sofisticadas, solo a base de trabajo constante, intuición práctica y una claridad brutal sobre costos, procesos y foco en lo que hace la diferencia.
Salud, ricura y ahora también belleza. ¿Quién dijo que no podía también poner su talento al servicio de la dirección de otra empresa? Éxito multiplicado.
Pero ojo: no hay romanticismos que valgan. Ella cuenta que en este camino ha tenido más noches oscuras que aplausos, que su cuerpo le ha cobrado la factura y que a veces está con los nervios de punta.
La inteligencia es exigente y hay que aprender a domarla.
Acerca de Denise:
Estudió Contaduría Pública y Finanzas en el Tec de Monterrey y un MBA en Cornell Johnson Graduate School of Management.
Con un pitch improvisado ganó un concurso de startups. Junto con su socia, Sofía Paredes, llevó a Morama de tiendas pequeñas a supermercados.
Es mamá de tres y cree en lanzarse con pasión cuando una idea lo vale.