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Decía Antonin Artaud que la vida iba de quemar preguntas. Las nuestras son bien humildes, pero han sido necesarias formularlas y quemarlas para pasar página. La primera era sobre si este proyecto era posible tan sólo siendo dos personas. Nunca intuimos la ingente cantidad de dedicación que esto supone si pretendíamos hilar fino, rozar la transversalidad crítica de la vida y además pinchar temazos y pasárselo bien. Massa pa la carabassa.

La segunda, así la percibimos, era si dedicándose única y exclusivamente a la radio en sentido clásico -es decir, abandonando la difusión- este proyecto podía ser viable. No era una cuestión de banal comodidad, más bien se trataba de que nuestros sueños comprendieran las realidades en las que vivimos.

Pocas preguntas pero ninguna baladí, y ya os imagináis cuáles son las respuestas. La Kaverna deja de ser un proyecto personal de un par de amigos y deviene en monstruo de mil cabezas, algo que siempre debió ser y nunca pudo. Será común o no será, así de sencillo. La segunda pregunta la estamos respondiendo mientras la escribimos. Si, volvemos al redil mediático tras jugar a ser puras y bordear la inanición emocional por falta de séquito al que dirigirnos. Difícil jugar a ser rockstars sin audiencia percibida.

Del soul hablamos esta vez, y es que, como decía nuestro impulsor del teatro de la crueldad favorito, “no ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje de las palabras sea el mejor posible”. El soul quizás tampoco lo sea, pero pocos lenguajes musicales hay que se acerquen tanto al encuentro con nuestro interior que este.