Negar el yo no es el medio de salvación; sin embargo, la experiencia de salvación te enseñará que debes negar (¡y no alimentar!) los deseos de la carne. Negar el yo no es una forma de obtener algo de Dios; su único valor está en proteger Su obra, Su semilla, al cooperar con (y no estorbar) esa “gracia que trae salvación”. (Tito 2:11) Es una verdad innegable, que si tú no niegas el yo, entonces estás alimentando el yo, amando el yo, y siendo cada vez más gobernado por él. Dondequiera que se incremente el yo (es decir, dondequiera que el hombre viva en y por la naturaleza y voluntad del yo) ahí está afligiendo, apagando y resistiendo su propia salvación al aferrarse a la naturaleza de la que Dios está buscando salvarlo.