Decir que nosotros no tenemos que ser temerosos, cautelosos y vigilantes en nuestra condición caída, con respecto a la semilla del mal en el hombre, con respecto a nuestra inclinación natural al mal, a nuestro perverso amor por el mundo, y a la facilidad con que somos engañados y dañados por la obra del enemigo en nuestro corazón, sería un gran error. Esta intrepidez puede parecer “confianza en Dios”, pero en realidad es AUTO-confianza. La confianza en Dios es un continuo volvernos a Él, apoyándonos y dependiendo de Él, según la oración que Él nos enseñó, para que ‘Él nos guarde de la tentación y nos libre del maligno.'