La mayoría de los Cristianos se levantan cada mañana y empiezan a perseguir sus propios deseos, a vivir en sus propias voluntades, a tratar de llenar sus días y mentes de las cosas que piensan que son interesantes, valiosas, entretenidas, agradables, etc. No están viviendo realmente para Él, por Él, con los ojos puestos en Él, caminando cuidadosamente en Su presencia, ni buscando ser guiados y gobernados por Su Espíritu en todo lo que hacen, dicen y piensan. Y debido a esto—es decir, debido a que sólo están viviendo SUS PROPIAS VIDAS en sus PROPIAS VOLUNTADES, todo el tiempo—no saben a qué llamarle bendición o a qué llamarle maldición. No saben a qué llamarle disciplina de Dios, o simplemente decepción terrenal.