Como el Israel de antaño, los cristianos de hoy no hemos prestado atención a los límites de nuestro pacto interno, a "la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús", a la ley que es una luz que brilla en el corazón. No hemos aprendido los límites; me refiero a la diferencia entre nuestra carne y Su Espíritu, entre nuestra propia voluntad, nuestros propios pensamientos, nuestros propios deseos, y la voz de nuestro Pastor. No hemos dejado que el Señor escriba Su pacto en las tablas de nuestro corazón.