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Este cuarto domingo de Pascua, es conocido como el domingo del Buen Pastor porque en todos los años se presenta un pasaje del Evangelio de Juan sobre Jesús como el buen pastor, es por ello que hoy también la Iglesia se une en oración, en todo el mundo en esta jornada mundial por las vocaciones, para orar por sus pastores y le pide a Dios que le envíe más pastores, más vocaciones, que tengan el mismo Corazón de Cristo.

Después de habernos conducido, el domingo pasado, entre los pescadores, hoy el Evangelio nos conduce entre los pastores. Dos categorías, dos figuras de igual importancia en los evangelios. De una deriva el título de «pescadores de hombres», de otra el de «pastores de almas», que Jesús dio a los apóstoles.

Recordemos, la mayor parte de Judea era un altiplano de suelo áspero y pedregoso, más adecuado al pastoreo que a la agricultura. La hierba era escasa y el rebaño debía trasladarse continuamente, no había cercados y esto requería la constante presencia del pastor con su rebaño. Una historia antigua, nos dice como era el pastor en Israel: «Cuando lo ves en un elevado pastizal, despierto, con la mirada que vigila el horizonte, expuesto a las intemperies, apoyado en su vara, siempre atento a los movimientos del rebaño, entiendes por qué el pastor adquirió tal importancia en la historia de Israel, que se le dio este título a su rey y que Cristo asumió como emblema y sacrificio de sí mismo».

Todos nosotros buscamos siempre, desde niños, seguridad, descanso, protección, cuidado, cariño y todo ello lo ofrece esta figura del Pastor. Como dice Juan, en la segunda lectura: “Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol, ni el bochorno. Porque el Cordero … será su pastor. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.” Esta imagen ideal de pastor encuentra su plena realización en Cristo. Él es el buen pastor que va en busca de la oveja perdida; se apiada del pueblo porque lo ve «como ovejas sin pastor» (Mt 9,36) y llama a sus discípulos «mi pequeño rebaño».

¿Cómo es el Buen Pastor?

El buen Pastor, conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen a Él «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen». En ciertos países de Europa, las ovejas se crían especialmente por la carne; en Israel se criaban sobre todo por la lana y la leche. Por ello permanecían muchos años en compañía del pastor, quien acababa por conocer el carácter de cada una y llamarla con algún afectuoso nombre.

Por ello, la palabra conocer, en la Escritura, significa amar, desear el bien, sentir afecto por una persona y esto sólo se consigue en una relación íntima y personal. Cuando uno conoce así a Dios y entra en su intimidad, le escucha y le sigue con fidelidad, alegría y agradecimiento. Por ello San Agustín, decía “Es imposible conocerle y no amarle, amarle y no servirle.”

Jesús conocía perfectamente a sus discípulos y como Dios a todos nosotros. Él nos conoce «por nuestro nombre», es decir íntimamente. Él nos ama con un amor personal que llega a cada uno como si fuera el único que existe ante Él. Cristo no sabe contar más que hasta uno: y ese uno es cada uno de nosotros.

Fruto de este conocimiento y este amor, el Pastor es capaz de dar su vida por sus Ovejas: Sí este pastor, las apacienta, las cuida y si es necesario dará su vida por ellas, como lo hizo Jesús. El Pastor además, usa un cayado para gobernarlas con autoridad, las corrige y perdona si es necesario. Sale en su búsqueda cuando se extravían, se desvela en su cuidado por ellas, su vida consiste en hacerlas llegar a buen término. NADIE LAS PUEDE ARREBATAR DE SU MANO. Sí, las ovejas se perderán, sólo si ellas así lo quieren… Sólo y únicamente el hombre en su libertad puede escaparse del rebaño de Cristo.

Finalmente, este Pastor nos ofrece vivir por siempre en su presencia: Yo les doy la Vida Eterna. Sabemos, que el don más grande que Dios ha dado es la Vida, pero esta vida dura sólo unos años… Y después que? Todos nos hacemos esta pregunta por la existencia. LA RESPUESTA es Cristo Resucitado, Él es el SEÑOR DE LA VIDA, Él puede darla a los que quiere, a quienes le aman y confían en Él, les promete la Vida Eterna.

Pero hay dos condiciones para alcanzar esta vida: “Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen…” Sí, debemos primero escuchar constantemente su voz, para poder luego seguirla.

¿Cómo escuchar su voz? En primer lugar a través de su palabra, en la Sagrada Escritura; en la oración diaria; en mi conciencia, donde Dios vive; en mi corazón y a través de sus pastores, etc. Pero no es suficiente escucharla, hay que seguirla. Cuando ESCUCHAS, lo que Dios te pide, te exige o te corrige y cuando obedeces a pesar que te disgusta, etc. ENTONCES PUEDES DECIR en VERDAD QUE LE ESTAS SIGUIENDO. Que eres parte de su rebaño y que Él es tu pastor.

Sí hermanos, no es nada fácil seguir a Cristo, ser su oveja y es mucho más difícil ser pastor. Por el encargo, la tremenda responsabilidad que Dios nos ha dado y también porque hay ovejas, que no escuchan su voz, que no son obedientes, que no lo siguen. Sí, haber recibido esta vocación y ser fiel a ella es una Gracia. Por eso hoy nos unimos en oración con toda la Iglesia, en todo el mundo y le pedimos a Dios por las vocaciones. Por jóvenes y santas vocaciones, para la vida consagrada y el sacerdocio, especialmente de nuestra Diócesis, de nuestra Parroquia, de nuestras familias.

Hoy más que nunca es urgente el llamado de Cristo: Ven y Sígueme y los haré pescadores de hombres, pastores de almas, porque hoy la necesidad de Dios es mayor, la ausencia de Dios es mayor, la falta de amor es mayor. Sin vocaciones está en peligro la presencia de Cristo en el mundo, pues sin sacerdotes NO HAY EUCARISTÍA, no hay sacramentos y es verdad.

Oren mucho por nosotros hermanos, para que mantengamos la fidelidad, el entusiasmo, la alegría, la fuerza, para cuidar el rebaño, para ser buenos pastores, según el modelo de Jesús, el único y verdadero Pastor. Que Dios los bendiga. Amen.