
Evangelio del día:
(Jn 15,1-8)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.
Comentario:
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos
En el catecismo de san Pio X se hacia el elenco de las llamadas «seis verdades fundamentales» por las que uno podía llamar cristiano. La sexta decía: «La gracia de Dios es necesaria para salvarse». La comparación con la vid y los sarmientos ilustra esta verdad de un modo elocuente, sin necesidad de explicaciones, Pero el problema esta en la vida practica: Como hacer tan fuerte la unión con Cristo como para que sea de verdad el tronco en el que injertemos nuestra vida?
En un organismo vivo, la sangre corre en los miembros a través de las venas. También en las plantas, la savia se expande desde las raíces y penetra hasta la mas pequeña hoja.
Las venas que nos unen a Cristo son todos los medios de salvación: la fe, las obras, los sacramentos. Con el bautismo nos «injertamos» en el árbol de Cristo. Éramos una rama que no pertenecía al árbol, pero ahora crecemos en El (Rm 6,4). El trato frecuente con Jesucristo en las Eucaristía y en la Confesión es como una especie de transfusión de vida de Dios en nuestros organismos, es como una medicina en una rama que empezaba a romperse.... El Corazón de Jesus tiene un solo objetivo: que seamos UNO con Él y en El.
Sin mi no podéis hacer nada
En teología se distingue entre propiedades naturales del hombre y dones sobrenaturales. El conocimiento racional, la voluntad, el deseo de aprender, etc., pertenecen al hombre en cuanto hombre. La fe, la esperanza y la caridad son, en cambio, dones sobrenaturales, la fuerza de la gracia que opera en nosotros.
Esta distinción es útil para aclararnos varias cosas, pero todavía no es suficiente.
Hoy se habla de los derechos naturales del hombre, de los deberes y de las virtudes naturales de todos los hombres, sin distinción de religión. También los ateos pueden y deben ser sinceros, honestos y tener respeto a la vida y a la propiedad de los demás. Pero este noble «humanismo», ¿es realizable? De verdad puede un hombre ser hombre sin Cristo? Los Padres de la Iglesia creían que no.
El hombre ha sido creado a «imagen de Dios» (Gn 1,27), es decir, según Cristo. Sin El nadie en la tierra llegara a ser verdadera y plenamente hombre.
Si permanecéis en mi y mis palabras permanecen en vosotros
Si la identificación con Cristo es necesaria para cumplir los deberes humanos, con mayor razón lo es para llevar al mundo la fe en El. Lo sabe muy bien quien se dedica al trabajo apostólico. Si Cristo no da la fuerza necesaria, sus palabras serán «como una campana que suena o un címbalo que retiñe» (I Co 13,1). Pero los fieles laicos tienen la misma experiencia: unos a otros se sostienen y se animan, pero sus palabras tienen un efecto distinto. El consejo de uno hace milagros, y quizá nadie presta atención a los hermosos discursos de otro.
La diferencia esta solo en la capacidad de hablar bien o en la fuerza de persuasión? NO!
La diferencia es Cristo: las palabras son eficaces solo si es Cristo el que habla por nuestra boca.
Oración:
Me dices hoy, Señor que hay que permanecer en Ti para dar fruto. Ahora bien, yo me cuestiono qué es y cómo se permanece en Ti… Permanecer en Ti, es adherirme a tu Palabra que se me presenta como el parámetro a considerar, para encontrar el sentido de la vida y definirme, en todos los campos que la conforman, de acuerdo a la “verdad”. Permanecer en Ti, Señor, es escoger el bien que eres Tú y, partiendo de esta verdad, deseada y asimilada por cada uno y ejerciendo la libertad, pronunciarse en el trayecto de la vida personal, por todo aquello que nos promociona como personas y nos lleva a ir escogiendo los bienes verdaderos, que en el obrar, afianzan nuestra dignidad.
En la práctica, Señor, soy tu sarmiento y me puedo desgajar del tronco, pero Tu me dices que el Padre me va a limpiar, podaándome, para que fructifique más… Para esto es el Sacramento de la Reconciliación y la dirección espiritual, en donde recupero la fuerza para permanecer en la vid y poder dar gloria al viñador, al Padre Celestial.
Para que tu Corazón reine en mí y en muchísima gente!