Hoy en día es cada vez más común encontrarnos con la cabeza baja, abstraídos, mirando la pantalla de nuestros teléfonos mientras el mundo sigue girando y los minutos transcurren sin que seamos conscientes de ello, alimentando a ese ser que protagoniza nuestros perfiles de Facebook, Instagram, Snapchat o Twitter. Aquel que tiene cientos de amigos, likes, comentarios positivos, viaja a lugares interesantes, come en los mejores restaurantes, acude a fiestas, es políticamente correcto y carece de defectos. Ese es el ego de nuestro perfil que alimentamos día a día cada hasta hacerlo parecer propio de un ser sin mácula, pues lo hemos moldeado a nuestro gusto para aparentar ante los demás lo que siempre hemos querido tener: una vida perfecta.