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Hace años, esperaba el futuro

con más inocencia en la mirada y menos desgarro en mi historia.

Imaginaba un techo y compañía al despertarme,

títulos trepando por los muros e hijos rodando por la alfombra.

Ileso, con respuestas para todo(s) y sin silencio para mis gritos.

Un futuro asegurado, sellado, atado, comprado y nombrado

para evitar la caída,

la hoja de historia que arruga la mentira,

el orgullo que aleja las manos tras el rasguño,

la herida que inunda la mirada de sospecha.

Esquivar el abrazo, por si encierra;

temer el amor, por si engancha;

huir de la vida, por si aprieta.

Pero ahora sé que no existe, sin embargo,

otra manera más perfecta de vivir que abrazarme a esta mañana

tan real

tan de cajas e incertidumbre,

tan de salón virgen, aún vacío de logros y rostros,

tan de volver a resolverlo todo.

Esta mañana, de ponerme en juego

donde confieso que temía, faltando paz,

todavía en carne viva.

Tan real que aún late la caída

por la sangre de estos 10 años de historia,

ante el bien adulterado por una razón torcida,

Este ahora

tan de todo lo temido,

pero tan de Tu mano,

que no se va

y yo

me sigo cayendo,

pero el miedo

ya ni esquiva,

ni teme,

ni huye:

tendido Tu brazo,

el final no es el suelo.

Porque el sol ya atraviesa las cortinas

y con su rayo acaricias mi pie por la ventana.

Yo creo que no estoy listo,

Tú me llamas de nuevo.

Poemario: Yo soy tú que me haces, de Antonio Guzmán

Voz: Antonio Guzmán