La única incursión de Beethoven en el género operístico ocupa un lugar decisivo en el proceso de creación de una ópera intrínsecamente alemana. Esta obra constituye un puente entre el clasicismo y el romanticismo, el aporte de Beethoven al teatro musical, situado cronológicamente entre La Flauta Mágica, el testamento mozartiano de 1791 y El Cazador Furtivo de Carl Maria von Weber de 1821, el inicio del romanticismo operístico alemán. Fidelio se convierte en la bisagra necesaria entre la tradición clásica definida por Gluck, Mozart y Cherubini y el estallido musical que conducirá al drama Wagneriano.