El resultado de la castración era una voz femenina con sus cualidades de suavidad, dulzura, brillo y extensión en el cuerpo de un varón, de mayor capacidad pulmonar y resistencia muscular más grande, lo cual proporcionaba un espectro sonoro increíble que no pertenecía a este mundo y que determinó, con el tiempo, que los compositores de ópera se sirvieran de estos cantantes para representar lo extraordinario, insólito y sobrenatural. Muy conocidos en su tiempo fueron Farinelli, Cafarelli y Senesino.