Europa ha entrado a un obscuro túnel en materia de generación de energía. Obligada por el boicot del gas ruso y acosada por una sequía que reduce la eficacia de las centrales hidroeléctricas, el continente apela al carbón para reactivar viejas usinas térmicas. Hasta las centrales atómicas enfrentan una potencial escasez de agua para enfriar sus reactores nucleares. Por el momento, una dieta energética parece ser lo indicado.