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Quizás uno de los aspectos más importante de nuestra identidad es nuestra nacionalidad, de dónde venimos, dónde nacimos y en qué gobierno estámos registrados oficialmente como ciudadanos. Es muy emocionante para nosotros recordar que este mundo no es nuestro hogar. Como hijos de Dios, nuestro hogar, nuestro gobierno, nuestra nacionalidad y su ciudadanía están en el Reino de los Cielos.

La palabra de Dios nos anima en Filipenses 3: 20-21 y dice “Hay mucho más en la vida para nosotros. ¡Somos ciudadanos del cielo! Estamos esperando la llegada del Salvador, el Maestro, Jesucristo, quien transformará nuestros cuerpos terrenales en cuerpos gloriosos como el suyo. Él nos hará hermosos y completos con la misma poderosa habilidad con la que está poniendo todo como debe ser, debajo y alrededor de él.

¡Hay mucho más en la vida para ti! Hablando espiritualmente, estás registrado con el gobierno del Cielo. Como ciudadano, existe un plan médico del Reino, llamado salud sobrenatural. Existe un plan de seguro eterno llamado protección divina. Hay un puesto de trabajo emocionante y específico, una provisión constante, vivienda, recursos y abundantes beneficios y bendiciones más allá de lo que podemos imaginar. Mientras estés en esta tierra, tu desafío es conectarte con tu verdadera identidad y manifestar los principios del Reino y las bendiciones de tu verdadera ciudadanía.

Porque el reino de Dios no se trata de comida y bebida, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17). Como ciudadano, no estás limitado a las condiciones o circunstancias de la nación o el lugar que está visitando (su vida en la tierra), sino que puede llevar la cultura del Reino a la tierra, como la justicia (vivir correctamente), la paz que sobrepasa todo entendimiento, y la fuerza espiritual que es mucho mayor que la emoción de la felicidad llamada alegría.

¡Recuerda tu verdadera identidad!, no eres un extranjero en el cielo ni un extraño en el Reino de Dios. Dios sopló su espíritu en tu cuerpo y como ciudadano del cielo, te dio una visa temporal para habitar la tierra. Estás en el mundo, pero no eres del mundo. Viniste del cielo, y ahora, al elegir aceptar y seguir a Cristo, te has realineado a tu identidad y ciudadanía originales, y regresarás un día al cielo de donde perteneces. “Ustedes ya no son extranjeros y extraños, sino conciudadanos del pueblo de Dios y también miembros de su casa (Efesios 2:19 NVI)