Vida de la gracia (2): La gracia recibida en el bautismo está llamada a fructificar en diálogo permanente con el Señor, que habita en nosotros, en fidelidad a sus gracias actuales, dejándonos purificar por Él, y movidos por el amor a Aquel que nos amó primero y que nos pide saciar su sed. Así, hasta llegar a decir con S. Pablo: “No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).