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Hoy veremos a un hombre(mujer) de Dios, que podrías ser tú e incluso yo, obediente y sobre todo muy valiente pues le canta la tabla al rey pecador delante del pueblo y como es de suponer este ordena 

«¡Agárrenlo!» 

Pero no contaba con el apoyo de Dios, créeme este hombre de Dios, tampoco, igual que tu o yo, pero él siempre está en nosotros especialmente cuando nos envía con un encargo.

Ya veremos en el desarrollo del capítulo, como es de grave cualquier descuido, es decir cuando quitamos los ojos de Jesús y creemos ciegamente en otros, incluso los que sabemos que son siervos de Dios.