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Salomón decidió construir su palacio real y un templo en honor del Señor. Con este fin reclutó cargadores y canteros. Al frente de ellos puso a tres mil seiscientos capataces. Luego le envió este mensaje a Hiram, rey de Tiro:

«Envíame madera de cedro, voy a construir un templo en honor del Señor mi Dios. Para celebrar los sábados y las otras fiestas del Señor nuestro Dios. 

Esto se hará en Israel siempre.

Voy a edificar un templo majestuoso, pues nuestro Dios es el más grande de todos los dioses. Pero ¿cómo edificarle un templo, si ni los cielos más altos pueden contenerlo? Envíame un experto para trabajar el oro y la plata, el bronce y el hierro, el carmesí, la escarlata y la púrpura, y que sepa hacer grabados, para que trabaje junto con los expertos que yo tengo en Judá.

Envíame también del Líbano madera de cedro, de ciprés y de sándalo, pues yo sé que tus obreros son expertos en cortar estos árboles. Mis obreros trabajarán con los tuyos. A tus siervos que corten la madera les daré veinte mil cargas de trigo, veinte mil cargas de cebada, veinte mil medidas de vino, y veinte mil medidas de aceite