Los mensajeros recorrieron toda la región de Efraín y Manasés, hasta Zabulón, pero todos se reían y se burlaban de ellos. No obstante, algunos de esas tribus se humillaron y fueron a Jerusalén, junto con los habitantes de Judá, movidos por Dios, cumplieron conforme a la palabra del Señor.
Sacerdotes y levitas ocuparon sus respectivos puestos, conforme a la ley de Moisés. En efecto, mucha gente participó de la comida pascual, sin purificarse.
Ezequías oró: «Perdona, buen Señor, a todo el que se ha empeñado de todo corazón en buscarte a ti, Señor, Dios de sus antepasados, aunque no se haya purificado según las normas de santidad».
Y el Señor escuchó a Ezequías y perdonó al pueblo.