Ezequías hijo de Acaz, rey de Judá, ascendió al trono, tenía veinticinco años y reinó en Jerusalén veintinueve, hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el ejemplo de su antepasado David, quitó los altares paganos, destrozó las piedras sagradas y quebró las imágenes de la diosa Aserá.
Además, destruyó la serpiente de bronce que Moisés había hecho, pues los israelitas todavía le quemaban incienso, y la llamaban Nejustán.
Ezequías puso su confianza en el Señor, Dios de Israel.
No hubo otro como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después, se mantuvo fiel al Señor cumplió los mandamientos, y por tanto este tuvo éxito en todas sus empresas.
Se rebeló contra el rey de Asiria, derrotó a los filisteos, hasta llegar a Gaza y sus alrededores. Salmanasar, rey de Asiria, marchó contra Samaria la sitió, y logró conquistarla, deportó a los israelitas a Asiria.
Esto sucedió porque no obedecieron al Señor su Dios, sino que violaron su pacto.