Durante el reinado de Joaquín, el ejército de Babilonia fue y rodeó la ciudad de Jerusalén para atacarla. Entonces Joaquín y su madre, junto con sus sirvientes, sus asistentes y los jefes de su ejército se rindieron, y el rey de Babilonia los tomó prisioneros.
Nabucodonosor tomó todos los tesoros del templo y del palacio de Jerusalén, y rompió todas las vasijas de oro que había hecho el rey Salomón. Así se cumplió lo que Dios había anunciado, se llevó diez mil prisioneros en total, entre los que estaban los oficiales, soldados, artesanos y herreros, el rey Joaquín, su madre, sus esposas, su guardia personal, y los más importantes líderes del país. Sólo dejó en Jerusalén a los más pobres.
Después Nabucodonosor nombró como rey a Matanías, tío de Joaquín, pero antes le cambió el nombre, y lo llamó Sedequías.