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Eliseo regresó a Guilgal y se encontró con que en esos días había mucha hambre en el país. Por tanto, se reunió con la comunidad de profetas y le ordenó a su criado: 

«Pon esa olla grande en el fogón y prepara un guisado para los profetas».

En eso, uno de ellos salió al campo para recoger hierbas; allí encontró una planta silvestre y arrancó varias frutas hasta llenar su manto. Al regresar, las cortó en pedazos y las echó en el guisado sin saber qué eran.

Sirvieron el guisado, pero, cuando los hombres empezaron a comerlo, gritaron:

—¡Hombre de Dios, esto es veneno!