El Imperio Asirio fue famoso por su crueldad y poderío. Logró destruir y someter a muchas naciones. Para dividirlas y dominarlas tenían la práctica de llevarse a los pocos sobrevivientes a otras tierras, como cautivos. Y aquí Dios le advierte a su pueblo que Él va a usar a los asirios para castigarlos. Los asirios vendrían y asolarían a su pueblo. Destruirían una gran cantidad de ciudades dentro de Israel. Matarían a muchos. Y este sería el juicio de Dios por la rebelión y la maldad de su pueblo. Su principal queja en este capítulo es la falta de justicia. Se estaba abusando de los más pobres y vulnerables dentro de Israel: las viudas y los huérfanos. Dios castigaría especialmente a los ricos, que se hubiesen enriquecido a costas de los más débiles. Serían asesinados y todos sus tesoros saqueados. Pero aún así, Dios advierte que también castigaría a los asirios - los destruiría en una sola noche debido a su orgullo y su soberbia. Ellos no se deban cuenta de que tan solo eran un instrumento de castigo en las manos del Señor.
El capítulo termina con palabras de esperanza y de consuelo de parte de DIos. Su ira no duraría para siempre. Y en Israel quedaría un remanente que después de este castigo, buscaría a Dios de todo corazón. Volvámonos a Dios de todo corazón, antes de que sea demasiado tarde. Que el Señor te bendiga.