Resulta extraño escuchar que se describa a Jerusalén como una ciudad parrandera. Isaías los acusa de solo vivir para buscar el placer. Comidas, bebidas, eran su prioridad. Y cuando llegó el ejército enemigo, se prepararon para la batalla. Reforzaron todas sus defensas. Pero no hicieron lo más importante que tenían que hacer: no buscaron al Señor. El que los podía defender y salvar era Dios. Pero ellos prefirieron hacer todo lo posible para salvarse a ellos mismos. No había fe, y por supuesto, no había arrepentimiento. ¿Será que nosotros vamos a repetir la historia? Que el Señor nos ayude a entender lo que pasó con Jerusalén, para que nuestra historia sea diferente. No vivamos únicamente para el placer, y para gozar. Todo eso tiene su momento y su lugar; pero no nos olvidemos de Dios. Que el Señor te bendiga.