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El día del Señor, tanto en Isaías como en los profetas menores, señala un día de juicio universal. Pero en el capítulo de hoy, ese juicio comienza por el pueblo de Dios. Es interesante que primero se profetiza un día donde todas las naciones vendrían a Jerusalén para adorar al Señor y para aprender su Ley. Habla de un día de paz universal, donde los pueblos transforman sus armas de guerra en herramientas de arado. Pero luego se habla del pecado de Israel. Tenían grandes cantidades de oro y de plata; también tenían cantidad de caballos y de carros de guerra. Esta riqueza los había vuelto orgullosos. También habían cantidad de ídolos, hechicería y personas que consultaban a los muertos: pecados que Dios siempre ha aborrecido (Deuteronomio 18:9-13). El llamado de Dios es para que su pueblo se arrepienta, y se aparte de todos estos pecados que impiden que Dios los bendiga y los dirija. Queridos amigos, se acerca el Día del Señor. En ese día, muchos, en vez de alegrarse, se esconderán en los montes y en las peñas. ¿Por qué se esconden? Porque nunca creyeron y porque nunca se arrepintieron de sus pecados. Que el Señor nos ayude a prepararnos para su encuentro como corresponde. Que Él sea el primero en nuestras vidas, y no el oro o la plata, o la idolatría. Que el Señor te bendiga.