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¿Qué harías si te visita un profeta, mientras estás enfermo, con la noticia de que no te vas a recuperar, que debes ordenar tu casa (tus asuntos), porque definitivamente vas a morir? El rey Ezequías no lo tomó bien. Sentía que su vida se terminaba muy pronto. Él se sentía en la flor de su vida. Por eso, ante esta noticia, clamó al Señor. Y lloró amargamente. Y aunque el mensaje de su muerte venía de parte del Señor, el Señor le volvió a enviar un mensaje al rey, con la noticia de que Dios había escuchado su clamor, y que le añadiría 15 años más de vida. Además, le daría una señal de que así sería: la sombra en el reloj solar de Acaz, retrocedería 10 gradas. ¿Cómo lo hizo Dios? No lo sabemos. Pero sabemos que para Dios no hay nada imposible. No solamente sanó al rey (es interesante que para sanarlo, se instruyó un remedio natural) sino que le demotró que así lo haría. La reacción del rey fue de alegría, de alabanzas, y de felicidad. Pero si lees el capítulo de mañana, verás que la historia no terminó bien. Esto nos enseña de que debemos ser muy cuidadosos con nuestras oraciones. Dios contestó la oración de Ezequías; pero más años de vida, no resultaron en bendición. Aunque aquí vemos que alabó al Señor, más adelante no lo hizo. Y en vez de alabar al Señor, el rey se alabó a sí mismo. Si hubiera muerto, cuando Dios se lo dijo, hubiese muerto como un rey fiel a Dios. Por eso nuestras oraciones deben seguir el modelo del Señor Jesús: Él oraba - Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Para Dios no hay nada imposible. Pero pidámosle a Dios que siempre se haga su voluntad. Que el Señor te bendiga.