La pregunta que muchos se hacen es: ¿Por qué el Señor aún no ha venido a salvarnos? Especialmente hoy, cuando vemos que muchos cristianos sufren terriblemente a manos de sus opresores. Especialmente en países como Africa, Siria, Corea del Norte, Yemen, Somalía, Pakistán, etc; los cristianos sufren persecución, opresión, y muchas veces hasta son cruelmente masacrados y torturados. Isaías nos dice que el Señor a su debido momento vendrá, y ejecutará su venganza. Vendrá del sur, desde Edom (actualmente Jordania) con sus ropas teñidas de sangre. Esta imagen la volveremos a ver en Apocalipsis 14, donde Jesús viene a la tierra, primero, a buscar a los suyos, y llevarselos al cielo. Pero también viene a pisar las uvas en el lagar, símbolo de destrucción y de justicia. Luego Isaías recuerda cómo Dios siempre tuvo misericordia y compasión de su pueblo durante el Éxodo. El pueblo muchas veces se rebeló, y murmuró contra el Señor. Es interesante que Isaías nos dice que quien estaba pastoreando al pueblo era el Espíritu Santo. El capítulo de hoy termina con un lamento: ¿por qué el Señor permitió que el corazón de su pueblo se endureciera? Lo cierto es que el Señor nos da libre albedrío. Él nos deja tomar nuestras propias decisiones. Así nosotros tenemos que decidir: queremos que el Señor sea nuestro libertador; o queremos que sea nuestro enemigo. Busquemos al Señor mientrás aún puede ser hallado. Que el Señor te bendiga.