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El llamamiento de Isaías es uno de los episodios más conocidos de su libro. Nos muestra la gloria de Dios, y a un profeta que se vuelve consciente de su pecaminosidad. Isaías pensó que iba a morir. Pero una vez que él confiesa su pecado, un serafín viene, y lo limpia de una forma muy particular: con un carbón encendido tocó sus labios y le dijo: tu culpa ha sido quitada. Cuando confesamos nuestros pecados, Dios nos perdona. Luego Isaías escuchó la pregunta de Dios: ¿A quién enviaré? Y entonces Isaías responde: ¡Aquí estoy! ¡Envíame a mí!! Pero Dios le advirtió que el pueblo estaba endurecido, y que no lo escucharía. El único remedio sería el castigo divino. Y entonces de Israel quedaría un remanente. Tan solo un 10%. Pero de ese remanente, la nación volvería a surgir. 

¿Qué aprendemos de este mensaje? Que Dios es misericordioso. Pero que su misericordia tiene un límite. Si no hay arrepentimiento, el castigo vendrá. Que Dios nos ayude a arrepentirnos de corazón, para estar entre los que estén en pie, en el día del juicio final. Que el Señor te bendiga.